domingo, 23 de octubre de 2016

La Fiesta de las Vírgenes



LA semana pasada celebramos la fiesta de las Vírgenes, y me sorprendió ver como cada uno de los alumnos (como todas las cosas) las viven con diferente intensidad. Lo que para unos es una expresión de emoción y alegría para otros se convierte en un mal trago. 

Recién nombrados los delegados de clase es gracioso ver como la persona que ha sido delegada el año pasado no quiere colaborar ya que ella no es ahora la delegada. Tiene todo el derecho pues se siente rechazada. Nadie le ha explicado porque ahora se le quita un privilegio adquirido prácticamente sin que ella lo pidiese en el pasado. 

Otro de los casos destacados es ver a esa persona que por su religión no celebra según que tipo de fiestas, como se camufla y esconde para no ser partícipe, ni siquiera accidental de tal evento. Y como consigue el apoyo de uno de sus compañeros. Como si la fatalidad de su situación les uniese.

El otro caso reseñable es el de uno de los alumnos que al tener responsabilidad organizativa se crece, parece madurar de golpe y se siente útil. Hace mucho y bien el trabajo encomendado. En muchos casos sentirse útil y tener responsabilidades ayuda a madurar y progresar.

Algunas de las chicas que se quedan sin clavel parece no importarles tal situación. Aunque responden con alegría cuando encuentran un clavel encima de su pupitre que de forma anónima alguien les ha regalado.    

Y esas chicas que reciben una cantidad excesiva de flores, que alimentan su autoestima ...


En definitiva, todo ello me demuestra una vez más que el aspecto emocional tiene mucho que decir en cualquier situación. Si es verdad aquello de que solo aprendemos con lo que nos emociona, estos casos son aprendizaje puro. Un aprendizje social y en sociedad que a bien seguro va marcando poco a poco nuestro carácter.

La labor de los docentes debería ser en la medida de lo posible normalizar esas sensaciones, compensar las negativas y relativizar las positivas ¿no?

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